viernes, 26 de febrero de 2010

LA EDAD CONTEMPORÁNEA

Probablemente el camino empezó con la Revolución Industrial. Y desde allí no hubo marcha atrás. La velocidad, la prisa, el minuto y el segundo, son los grilletes que nos amarran -casi sin peidad- a la Edad Contemporánea.
La Revolución Electrónica de fines de siglo XX, que pulverizó las fronteras y virtualizó al mundo convirtiéndolo en un espacio único con voces distintas, nos arrastra a todos con beneficios y desventajas.
No hay tiempo para nada. El valor de un minuto hoy es incalculable. No tenemos tiempo para oír, ni para pensar, ni para proyectar.
La vida se va, entonces, entre la frenética carrera del día a día, y el deseo de bajarnos, al menos por un rato de este carrusel arrollador.
Hace 200 años, el vapor de las fábricas, mostraba lo que hoy muestra un celular. El mundo se deja seducir fácil por llegar primero, no por llegar mejor.

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